|   | 
          Llegó 
            a no ser francés 
            ni parisiense. 
            Veía más allá 
            de la manzana 
            para mojar la pata 
            se hacía el bobo 
            para gozar de la A más negra. 
            Sabía resistir, 
            aprovecharse de las discordias 
            y el estribo, 
            pero en Africa 
            comulgó una muerte 
            de verdadero infierno 
            iluminado. 
             
            Dijo que se quedó 
            con los ojos fijos 
            (blancos y azules) 
            en un paisaje etiópico, 
            como una torre de hierro 
            que se derrumba (un momento) 
            sobre la ingeniería 
            más vanguardia. | 
            | 
         
       
     |